En algún pueblo fantasma Muriel Estornudo que siempre mira al sol sin abrir página de su hamburguesa y que siempre sus brazos apuntan hacia mí pero sin señalar busca la mirada de Willie Rompedientes pero el cielo sigue ahí y la crisis de la bolsa no es más que otro loco de Londres sin esos gorros que usan las hadas de las peliculas de Marlon Brando.
>No te quedes con lo que sabés que ellos saben, tampoco busques en la heladera< dice Muriel subida a un poste de luz hecho de caramelo y terror. Willie Rompedientes ya por entonces se había recibido de idiota institucional y su perro no era el mismo y tenía forma de teléfono rojo y azul pero no le importaba la luz tenue de su pantalón le respondió a la moza del hospital de Kentucky con mala cara y sin Dios.
>No creas que no siento lo que pensas< dijo el cartero que estaba en la vereda de enfrente y fue tras el proximo avión a Ningúnlado sabiendo que las vias podian doblarse y convertise en odio y alguna filosofía barata de salón de poker y wiskey. No es un chiste, Nietzsche era un galán de primera y sin avión pero con mucho miedo a la oscuridad quería escuchar alguna melodía olvidada de Beethoven sin terminar y sin tocarse aún pero de callejón sin salida al fin.
Muriel no quería verse así misma postrada en la ventana del avión pero no podía evitar caminar sobre las cabezas de los abogados recién matriculados que sostenían las bandejas de plata de la Reina Isabel donde antes cualquier sinverguenza podía andar sin sombrero como Dios lo trajo al infierno pero Willie no podía creer semejante barbarie internacional a la hora de poder tomar un té de hojas del New York Times de 1983, reserva especial y seleccionada a manos mancas y sin levantar la vista de las tetas de Elizabeth Taylor.
Oh Dios!, cuanto tiene que sufrir el mono para poder al fín convertirse en alfíl de ajedrez cubano antes de la revolución y vivan todos los anarquistas de los cereales de bajo costo y los Lucky Strike sin filtro ni tabaco.
Bueeenaa bienvenido (?)
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