lunes, 31 de enero de 2011

Give it to me, I'll keep with mine

 Debe ser común pensar que en el momento en que comienza a llover, todos los pájaros se reunen en sus nidos en busca de resguardo. Hace un momento descubrí a uno reposando sobre las instalaciones eléctricas que enfrentan a mi balcón. No estaba herido, ni enfermo, supongo que sólo estaba solo.

 Jaja, es un sentimiento común estos dias este, bah, eso noté. Por eso, este texto no va a salir de la simple función de catarsis habitual.

 Curiosa es la mente, que infiere en nosotros ese sentimiento de soledad sin importar quién tengamos al lado, intentando ocupar un lugar físicamente inexistente. Digo físicamente por el simple hecho de que, en efecto, ninguna persona puede en realidad estar dentro de nuestro corazón, ni dejarnos un hueco allí. Las fibras y los músculos del mismo se quedan ahí, no son afectadas.
 Entonces, volviendo a nuestra mente, ¿por qué sentimos un hueco literal ahí?, nada en nosotros cambio a nivel corporal, biológico, físico. Sin embargo, el hueco está.

(si, hace varios textos que estoy bastante emocional al respecto, a los que se atrevieron y les dieron ganas de continuar leyendo hasta aquí, disculpen las molestias)


 Hace unos años, compartiendo un auto con amigos, la radio sintonizaba una estación de segunda linea, típico en vehículos de este estilo.
 El conductor mostraba las facciones desgastadas por la edad, el sueño y el oficio. Esta imagen se vio proyectada con precisión quirúrgica en la estación de radio. En esta, una mujer de voz nocturna y melancólica, relataba con incomparable pasión y anhelo historias de corazones rotos, desengaños y aventuras.
 No presté atención en primera instancia a sus palabras, tampoco conversaba con mis compañeros. Se impuso el silencio.
 Fue ahí cuando ésta mujer comenzó un nuevo relato, que resultó muy atrapante... una pequeña idea del mismo:


 Un anciano demacrado yacía en una silla, en el pequeño pueblo donde vivía. Su corazón estaba deformado, no poética, sino literalmente. Parecía un collage de carne y tejido. Los pedazos permanecían unidos con cierta dificultad.
 Al escuchar una muchedumbre a las afueras de su jardín delantero, se levantó con dificultad de su silla, y decidió salir a ver.
 La gente estaba hablando entre sí, formando un círculo alrededor de un joven muchacho, de no más de 16 años, que mostraba su corazón inundado de orgullo. Éste era perfecto, por donde se lo mire, simétrico y funcional, fuerte aún. El anciano, confundido por la situación, resuelve acercarse al joven generando un pequeño diálogo:
- Por qué tanta agitación joven?
- ¿No lo ve hombre?, mi corazón es perfecto, invaluable e inmaculado. - Dijo el chico, revosando de alegría.
- Muchacho, eso no debería ser motivo de otra sentimiento más que ansias.
- ¿A qué se refiere con eso?
- Echa un vistazo al mio, jovencito, y te explicaré.
 El anciano abrió su chaleco, subió su camisa a la altura del mentón,  y dejó al descubierto su imperfecto corazón.
- Cada parte faltante de mi corazón, está formando parte de otro corazón en este momento. Cada ocasión en la que yo amé, dejé parte del mio, y recibí otra porción a cambio. Es la dolorosa sensación de amar, el sentimiento de arrancar trozos de nuestro corazón sin pensarlo, y dar parte a esa persona, mientras que ella nos brinda parte del suyo. Es por eso que mi corazón está tan dañado. Son los años...eso es amar.
 El chico entendió de inmediato a qué se refería este hombre. Su expresión de orgullo tomó rápidamente forma de vergüenza, pero no perdió su sonrisa.
- Bien, se me ha ocurrido una idea - Dijo el joven aún sonriente.
 Subió su camisa a la altura de sus hombros, y dejó al descubierto ahora él, su perfecto e inmaculado corazón. Arrancó un trozo con su mano izquierda, y se lo entregó al anciano. Este, con los ojos perdidos en lágrimas, tomó el poco resto de corazón propio que quedaba, y se lo entregó al joven. 
 El corazón del joven dejó de ser perfecto, ahora tenía pegado un trozo viejo y magullado, pero fue entonces cuando se dio cuenta que no importaba cuantas batallas el corazón puede evitar, sino cuantas podía aguantar.

Y nada, eso.

sábado, 29 de enero de 2011

viernes, 21 de enero de 2011

Virtual Insanity.

 Es raro que mi cuerpo acceda quedarse conmigo, después de tanto maltrato. Pasé este último tiempo torturándolo, implementando desde cigarrillos hasta pensamientos.

 No sé qué imagen sería más cruel. Un cuerpo magullado y consumido, o la penosa esencia de alguien a oscuras. Desnuda y en libertad condicional.

 Creí imposible el hecho de que los pensamientos de uno logren sugestionar la mayoría de sus aspectos. Supongo que me dejé llevar.
 Sorprende la debilidad del que se entrega entero a alguien, sumergiéndose en un hábitat virtual. Se me antoja una galaxia, dónde el sujeto de entrega se convierte en el centro gravitatorio más poderoso, consiguiendo que todo gire a su alrededor. El hecho de que se proponga o no este resultado no tiene relevancia... si vamos al caso, no creo que al Sol le simpatice la idea de tener todos esos planetas, estrellas y nebulosas perezosas en su órbita. Esta decisión estuvo por encima de su criterio, por encima de él. El Sol está sujeto a leyes superiores, que ni él, ni nadie pueden comprender.

 Bien, me fui por las ramas. Volvamos a nuestra órbita. Como dije, el campo gravitatorio del sujeto condena nuestro ser a girar entorno a él de manera enferma. Junto con nosotros, gira nuestro alrededor.
 Ahora bien, la manera de escapar a este trastornado martirio, es ser ingrávidos. Conseguir esta condición conlleva un trabajo y esfuerzo de dificultades abismales. La idea se basa en poder salir del hábitat de la entrega, posicionarnos como posible objeto contragravitacional. Actuar en momento y con los cojones que se ameriten. Ejecutar la ley de la selva. Poder elegir.

 Ahora mismo, todo gira entorno al sujeto de entrega. De vez en cuando entra en mi órbita algún mensaje de seres con ideas frescas. No saturadas de pensamientos y sentimientos. Imparciales. Racionales.

Por ahora, sigo en cero y girando.

martes, 18 de enero de 2011

Blowin' in the wind

 Lo último que quería está pasando, no tenía en mente que te filtres en mis sueños. Suficiente trabajo es tratar de mantenerte lejos de mis pensamientos durante el día, tarea que, debo admitir, hago terriblemente.


 Una sensación de intranquilidad reposa sobre mi pecho ahora, luego de salir de uno de estos sueños. Puede que la noche no ayude en lo más mínimo. Menos estímulos hacen que la mente trabaje más tranquila, en silencio, dándole así mayor jerarquía a los pensamientos que nos aflijen. Como sacarle filo a eso que se nos clava más y más adentro.


 Me gustaría haber podido disfrutar almuerzos junto a Sigmund, pudiendo así resolver los misterios de la base de datos fantasma a la que llamó inconsciente.
 No recuerdo dónde escuché una frase que encaja perfectamente a esto: "no hay peor enemigo que el que no se puede ver".

 Estás palabras no osan tener siquiera las intenciones de llamarte enemigo, pero da a entender el punto que quiero marcar.


 A todo lo anterior, puedo sumarle el vacío general que me generó terminar el libro que leía. Revivir experiencias pasadas, personificadas por más de un personaje, de una dupla, logró captar toda mi atención. 


 Gracias.

domingo, 16 de enero de 2011

Sail Away.

 Su encuentro se fundió en la niebla de una Barcelona en penumbras. Una pesadumbre de ultratumba ahogó la calle Garcia, y a ellos junto a ella.
 Sus caras mostraban facciones cansadas y rendidas, su brillo habituál se desvaneció junto a la luz de la escena. Todo sucumbia bajo la oscuridad. Las únicas luces que tenían el valor asomar eran las de sus cigarrillos, y alguna ventana atrevida, decidida a romper la oscuridad con sus propias manos. Ésta no se dejó ceder.

 Una conversación inaudible fluía entre ellos. No eran sus bocas las que hablaban, eran sus ojos.
 Ojos que una vez emanaron luz, fuego y agua, ahora luchaban por no hundirse en tristeza. Un silencio espeso parecía rodearlos, silencio impuesto, silencio generado. No había más que hablar.

 De una ventana en especial se escuchaba música. Música que él reconoció, y Ella ignoró. Me arriesgo a decir que eran los Rolling Stones, jóvenes y capaces aún. No es importante.

 La despedida arrivó al encuentro. Se me antoja una tormenta de verano, rápida e inesperada.
 Sus ojos dejaron de encontrarse, perdieron el eje. Los de Ella no evitaron fundirse en lágrimas, siquiera lo intentaron. Él intentó acompañarla, pero recordó que había perdido la capacidad de llorar, y que lo único que se le fundía era el corazón.

 Recién ahora los cuerpos aparentemente inmóviles asoman los primeros movimientos.
 Ella lo abraza, él accede sin pensar, le besa el cuello, y se lleva la escencia de su perfume en el alma, guardándola en una caja y anclándola ahi.

 Se dicen "te amo", se despiden, y se van. Toman direcciones opuestas en la penumbra barcelonés. Él, encendiendo otro cigarrillo, se da la vuelta por última vez para guardar esa imagen, que ya no está.

jueves, 13 de enero de 2011

Meheperdido.

Lo intenté por tercera vez,
me enfundé en mi traje beige,
miré hacia el suelo y me santigüé,
te encontré entre los escombros. 

Y aún quedaba un muro en pie, 
te vi apoyada en él y creo que 
lo hacías para no perder la fe, 
el Cristo en la pared se encogió de hombros. 

Y tú con tu voz, 
esa voz y tu pálida piel, 
con el brillo en tu pelo del trigo, 
con ese otro brillo que imagino tras tu abrigo. 

Pasaste estos últimos inviernos 
al calor de un infierno 
construido en el amor 
para acabar en demolición. 

Me dices: ahora ya estás advertido, 
no te fíes de un animal herido. 
¿Y qué te iba diciendo yo? 
Me he perdido. 

Lo intenté siete veces más, 
quería ver lo que hay detrás 
de tu imperturbabilidad 
y abrir tu puerta de cuarenta y tres candados. 

Te adiviné en tu balcón 
silbando una larguísima canción, 
pensando es esto lo correcto o no, 
así que hice chas y aparecí a tu lado. 

Lo sabes, ahora ya estás advertido, 
no te fíes de un animal herido, 
y yo, descuida, le mentí, 
soy un experto cazador. 

¿Lo has visto? Es mi mundo derruido, 
lo que hoy es puro mañana está podrido. 
¿Y qué te iba diciendo yo? 
Me he perdido. 

Mátame si ya no te soy de utilidad, 
mátame tras leer el mensaje, 
pero ahora me desnudaré 
sin quitarme el traje. 

Lo he visto, este mundo al derrumbarse, 
que lo natural es odiarse, 
me dijiste, he de reconocer, 
con cierta convicción. 

Y entonces entonaste dulces gritos, 
comenzó el más viejo de los ritos. 
Fuiste tú, fui yo, 
sencillamente fue algo superior. 

Y añadiste, si lo hacemos tonto mío, 
pues hagámoslo como es debido. 
¿Y cómo es eso?, pregunté. 
Y tú me dijiste: justamente así no

Y paraste, me lo tengo prohibido. 
Y yo protesté empapado y más que aturdido, 
y ahora sí que sí que yo 
me he perdido. 

Que ahora sí que sí que sí 
que sé que me he perdido, 
porque sólo es pensar en ti y acabar perdido, 

porque sólo con pensar en ti me pongo perdido.

Dejadme preguntar: ¿Es esto el final?
Y si es así, decid: ¿Me vais a extrañar?


lunes, 10 de enero de 2011

AC

 Poeta maldito si los hay, capaz de retratar los momentos más oscuros del propio ser en pocas palabras y sin resguardo. Hombre de cien rostros, y no tantos corazones, que durante sus años de encierro auto-inducido luchó contra su propia alma descifrando qué hay escrito allí.
 Familiarizado con melodías pegadizas y tintes populares, también puede juntar toda su creatividad con los géneros no tan populares, como serían el blues, o el verdadero reggae. Y transformarlos en vivencias y sentimientos, que pueden hacer brotar una mueca cómplice a cualquiera.



Comañero de tristezas y compinche de dichas.
 No lo creo tan complicado el asunto. Era obvio que cualquier decisión sobre esto la tenías que tomar vos, por mi falta de criterio. Espero que seas rígida con la que tomaste, y te dure todo el tiempo que lo necesites, y sinó, para siempre.
 Espero también uses ese tiempo para pensar por fin en lo más importante que tenés, vos misma.

No dejes nunca que alguien te haga dudar sobre lo especial que sos.

Buena suerte, y hasta luego.

domingo, 9 de enero de 2011

Dream Away II

Creo que inconscientemente, cuando escribía el texto anterior, pensé y evalué una segunda parte. Ahora puedo relatarles la caída. Por algo está tan vagamente explayada.

 Todos los sentidos se recobran cuando pisás el vacío. Es demasiado aire para una sola bocanada, los pulmones colapsan el tórax, y la presión es insoportable.
 El gusto vuelve para hacernos sentir un sabor ácido, sentís un líquido espeso en tu boca, amargo como la hiel. Baja de a poco por la garganta, quema y arde como si fuese puro oro fundido.
 Crees que la vista no volvió, que tenés los párpados aún pegados... no es así. Están abiertos, más abiertos que nunca, pero ya no tienen nada que mirar.  Están, pero no tenés el control.
 De a poco, la vuelta del tacto te hace sentir el aire helado y tedioso que te envuelve... un trillado sentimiento de escalofrío recorre todos y cada uno de tus huesos y músculos durante la caida.
 Los oídos no tienen nada que hacer, el viento los aturde por la velocidad. El zumbido es insoportable, atraviesa los tímpanos y los hace sangrar. Ahora esperás que la sangre empiece a recorrer tu nuca, pero, no está ahí. Tu sangre no está.
 En cambio, un humo espeso y oscuro sale... el olor se torna insoportable, como a cable quemado?, bueno, algo así. Supongo que la respuesta a este olor refiere al cerebro, esforzándose al punto de saturación para procesar tantas repentinas emociones. Éste se cansa, y se va volando junto al humo.
 Quedás vacío.

 Esperás el impacto, como alivio más próximo a tal martirio. Cuando finalmente llega, no queda nada de vos que pueda destrozarse contra el frío suelo. Es inútil.

Por ahora al menos, no queda mucho por hacer.


- 13/12/10 -