domingo, 9 de enero de 2011

Dream Away II

Creo que inconscientemente, cuando escribía el texto anterior, pensé y evalué una segunda parte. Ahora puedo relatarles la caída. Por algo está tan vagamente explayada.

 Todos los sentidos se recobran cuando pisás el vacío. Es demasiado aire para una sola bocanada, los pulmones colapsan el tórax, y la presión es insoportable.
 El gusto vuelve para hacernos sentir un sabor ácido, sentís un líquido espeso en tu boca, amargo como la hiel. Baja de a poco por la garganta, quema y arde como si fuese puro oro fundido.
 Crees que la vista no volvió, que tenés los párpados aún pegados... no es así. Están abiertos, más abiertos que nunca, pero ya no tienen nada que mirar.  Están, pero no tenés el control.
 De a poco, la vuelta del tacto te hace sentir el aire helado y tedioso que te envuelve... un trillado sentimiento de escalofrío recorre todos y cada uno de tus huesos y músculos durante la caida.
 Los oídos no tienen nada que hacer, el viento los aturde por la velocidad. El zumbido es insoportable, atraviesa los tímpanos y los hace sangrar. Ahora esperás que la sangre empiece a recorrer tu nuca, pero, no está ahí. Tu sangre no está.
 En cambio, un humo espeso y oscuro sale... el olor se torna insoportable, como a cable quemado?, bueno, algo así. Supongo que la respuesta a este olor refiere al cerebro, esforzándose al punto de saturación para procesar tantas repentinas emociones. Éste se cansa, y se va volando junto al humo.
 Quedás vacío.

 Esperás el impacto, como alivio más próximo a tal martirio. Cuando finalmente llega, no queda nada de vos que pueda destrozarse contra el frío suelo. Es inútil.

Por ahora al menos, no queda mucho por hacer.


- 13/12/10 - 

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