Hemos llegado a pensar que, después de todo, la conciencia es simultaneamente nuestro cielo y nuestro infierno. El famoso juicio final lo llevamos aquí dentro, en el pecho. Todas las noches, sin ser conscientes de ello, nos enfrentamos a un juicio final. Y es de acuerdo a su dictamen si podemos dormir tranquilos o revolcarnos en pesadillas. Ni Salomon ni psicoanalista. Somos juez y parte, fiscal y defensor, qué más remedio. Si nosotros mismos no sabemos condenarnos o absolvernos ¿Quién será capaz de hacerlo? ¿Quién tantos y tan recónditos elementos de juicio sobre nosotros mismos como nosotros mismos?...
¿Acaso no sabemos, desde el inicio, y sin la menor vacilación, cuando somos culpables y cuando somos inocentes?
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