lunes, 1 de noviembre de 2010

Moderno.

 En una época donde el poco tiempo y el stress convierten la vida cotidiana en un tiradero de descuidos, Juan, aprovechando su tiempo libre impulsado por la desocupación, se encargaba de estos descuidos cual recolector de basura.
 Juan recorría las calles del micro centro, (donde estos descuidos predominaban y proveian), buscando nuevas oportunidades de ganarse sus habituales "changas", haciendo notar estos descuidos. Él ganaba su moneda de cada día buscando a esta gente descuidada, hacerle notar sus descuidos, y recibir, a partir de este gesto, algún dinero. Si entramos en la ética de - "hacerlo por el simple hecho de hacer las cosas  "bien" -, digamos que es una conducta bastante reprobable. Pero, a Juan el laburo no le producía satisfacción, y se volvía bastante exiquisito a la hora de buscar oportunidades de trabajo...salida facil: los descuidos.
 El tiempo pasó, Juan agudizó sus sentidos para poder captar estos episodios con más facilidad, y junto al paso del tiempo, notó que el descuido más usual y mejor "pago" al momento del aviso, era el de las ventanillas bajas de los autos.
 Imaginensé, pleno micro centro, el reloj corriendo a mil, el café y humo entrando y saliendo de nuestros poros como aire que renueva e intoxica a la vez nuestro cerebro. Sumándole la realidad de la poca inteligencia de las personas a la hora de buscar soluciones simples a sus problemas de comodidad, estas buscan la más complicada y vueltera: El Automovil.
 Miles y miles de automoviles van y vienen, generando más movimiento y stress del que toda la gente que los utiliza necesita.
 Aqui es donde aparece el provecho de Juan.
 Él se quedaba todos los mediodias, y todas las tarde-noche, (horas pico de entrada y salida de gente), en las puertas de las empresas más grandes de la zona, para poder avisar a los apurados sobre sus descuidos. Veía cientos y cientos de casos al día, descubrió que era un negocio redondo y provechoso. Meses enteros estuvo bajo este sistema de descuidos, y con éste, pudo sostener una "buena economía", comida y resguardo, durante mucho tiempo.
 Un día que venía siendo como los otros, Juan descubre que su "puesto de trabajo" se vé ocupado por otra persona. Con la llegada de la noche, se dió cuenta que sus puestos de trabajo, estaban siendo ocupados por muchas personas, con vestimentas de características que coincidian entre sí. Desconcertado por esta nueva competencia, busca de igual manera, participar del "negocio".  Sin embargo, por más empeño que le pusiese, ahora era echado de las entradas por un nuevo personal de seguridad. El tamaño y equipamiento de estas personas las convertian en rivales muy por ensima de Juan.
 Juan tomó todo el asunto muy a pecho, y en una actitud de derrota, decide abandonar el micro centro porteño y dirigir su camino a nuevas sendas.
 En este tiempo de cambio, adelgazó mucho, su barba creció, y su figura se desgastó. Había perdido su sonrisa de porvenir.
 Luego de los años de recorrido, Juan ya no tenía la misma fuerza que al comienzo de la travecía. Ahora solo podía recorrer unos cuantos kilómetros al día, cargando sus precarias pertenencias.
 Cuando rondaba ya sus 60 y tantos años, Juan se encontró a sí mismo en un hermoso lugar. Los árboles verdes y fuertes lo rodeaban. Un pasto suave y terso acariciaba sus alpargatas desgastadas por la eterna caminata. Conmovido por tal imponente imagen, se vé detenido por un gran portón de acero, y junto a él, una pequeña cabina.
 Desconcertado, Juan llega a ver moviento humano dentro de esta cabina. Luego de palmear las manos, un hombre uniformado se acerca a él.
- Qué buscas? - Le pregunta el uniformado
- Nada, nada... - responde Juan, casi en éxtasis - Usted maneja esto?
- Qué cosa?
- Todo esto!, los árboles, el pasto suave, esas...casas tan bonitas
- No manejo nada, solo me encargo de que gente como tu no interrumpa la tranquilidad de la gente que vive aquí
- No...no comprendo.
- Es más simple de lo que creés. Es una simple orden: ¡Vete de aquí!
 Juan, asustado por tan improvista situación, corrió lejos. Se situó debajo de lo que parecía una salida de autos.
 Allí logró tranquilizarce.
 En medio de esta nueva meditación, una fuerte alarma lo aturde, y saca de su status quo. Un portón que hasta entonces no había podido ver se abré rápidamente, y de él emerge una figura oscura. Él solo llegó a cubrirse las pantorrillas, (parte más debilitada por el tiempo y próxima de impacto). Cerró los ojos y esperó. Eterno.

 De esa oscura y tranquila eternidad, surge la voz de un hombre. Dulce voz, comparada con la del uniformado.
- Está bien, señor?
- Ehm... - Recién ahí, abrió los ojos - Si, estoy bien
- Disculpe mucho, estaba muy apurado porque tengo que ir a trabajar, aunque ahora ya es demasiado tarde... -  y con un ademán repentino, golpeó el frente del auto
- No quería molestarlo, solo estaba descansando.
- Está bien, está bien, no es problema suyo...Yo estaba distraido, y nunca hay gente en la salida del estacionamiento...
- Yo acabo de llegar.
- Está un poco agitado, tiene que ver con algo más aparte del accidente?
- Me asustó el hombre de la puerta, no estoy acustumbrado a esos tratos. Vengo recorriendo mucho y la gente de los lugares de la zona es amable.
- Claro, sucede que no debe saber dónde está ahora mismo...
- Cómo dice?
- Si, este no es un lugar común. Esto es un barrio privado, "Campos Dorados" se llama.
 Juan relacionó todo en un vago intento por entender la situación.
- Este lugar tiene derecho de admisión, nadie que no viva aquí puede entrar a sus hectareas.
- Oh...ya veo - Respondió Juan, embobado por toda la nueva información - Yo tenía un trabajo, hace mucho tiempo...
- Ah si?, cuénteme...no se lo vé muy trabajador qué digamos...
- Si - Respondió con orgullo - Si trabajaba. Era recolector de descuidos. Me iba bien, pero no tanto como a usted, veo.
- Si bueno, me iba bien. Creo que con el día de trabajo que perdí hoy por todo este asunto, no me volverán a llamar... Aunque deberian, sabe?, sí, deberian... desgraciados chupasangre.
- No se aflija, señor. Qué le hace pensar eso?
- Yo soy inventor, soy un GRAN INVENTOR, sabe? Trabajo en la industria automotriz.
- Yo sé mucho de autos.
- No lo pongo en duda, si sabe, estará al tanto de la cantidad de descuidos que hay a la hora subir y bajar las ventanillas...YA NO QUEDA TIEMPO PARA HACERLO!
 A Juan se le llenó de orgullo el viejo corazón, sintió que todo este tiempo había hecho un bien mayor al que se podía apreciar en el acto.
- No queda tiempo, le digo. Por eso, YO TUVE LA IDEA, YO!, de automatizar los vidrios. Nadie ya debe subir o bajar los vidrios, no! Porque ahora tienen mi invento. Puede ver cuan gradioso es??
 El corazón de Juan se paró en seco. Nada salía de él. Toda su vida dedicada a un pseudo - trabajo se fue a la basura. No recordarían al hombre que ayudó a prevenir miles de robos por buena conducta, sinó que recordarian al que evitó millones, solo con un aparatito. Un simple...aparato.
 Juan empalideció.
- Señor, señor...está bien?

 Tranquila y oscura eternidad.

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