Me resulta incómodo el momento en el que la vida te hace caminar por un camino cubierto de pasto, rodeado por las más hermosas amapolas que has visto. Donde las golondrinas del invierno y las del verano pueden juntarse a las 17pm a tomar un té y compartir anécdotas; y dónde el sol acompaña a la luna cuando tiene que salir, sintiendo ella el inevitable pudor por su ancestral celulitis.
A uno, viéndose rodedado de tal imponente alrededor, se le une el aura de la Ciega Tranquilidad, la cual tiene como actividad predilecta el cambio de la vista por una vasta, vasta tranquilidad. Ése era su pasatiempo, el trueque de un sentido por una sensación. Y nosotros, sintiéndonos irreparablemente seducidos por semejante oferta, perdemos la visión. Estamos Ciegos.
En nuestro nuevo estado, perdemos toda conexión con el camino y sus aledaños.
Nos perdemos el final de la historia.
Tramo a tramo, el camino va transformando su aspecto. Desgastando me gusta más...
Las golondrinas por fin encuentran dentro de sus charlas las rotundas diferencias que hay entre las aves que vienen del nuevo frio y las que van al reconfortante calor. Una gresca comienza, picando y desgarrando al ave más próxima. De a poco toma forma.
Para esta instancia, las amapolas ya eran desprolijas enredaderas, yuyos y árboles caidos...
La luna se había peleado con el sol.
El astro se cansó de la histeria de la Dama de mil siglos, y vio el atractivo de la joven Venus, con sus aún inmaculadas curvas. La luna se quedó sola, teniendo que mostrar al valle entero su avanzado síndrome sin el apoyo de su amor de millónes de años. Se asomaba solo cuando su ánimo se lo permitía. (poco y nada). Casi listo, casi listo.
Nuestra ceraguera se apoderó de a poco de los demás sentidos, los puso en falta. No sentimos el camino.
La aparente poderosa y resistente tranquilidad, se ve quebrada por el rayo más frio que puede sentirse. Frio de bisturí., filo de bisturí.
No queda mucho por explicar, está claro... cuando el camino se cortá en seco, y empieza la caida, nos espera un piso más helado aún que el rayo que nos congelaba el interior.
Nos caemos de la cama y nos despertamos... todo un sueño.
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