Todo va a estar bien.
miércoles, 7 de octubre de 2015
lunes, 21 de abril de 2014
lunes, 30 de septiembre de 2013
miércoles, 10 de julio de 2013
En memoria.
Lloro, alegre, sabiendo que hoy por fin se cumplió el sueño de mi abuelo... eso que deseó con tanta fuerza y esmero durante tantos años tristes y de lucha trascendental. Años de ver a su amor irse por causas mayores... irse de su lado después de tanto tiempo, de tanto amor y de tanta vida juntos.
Abuelo, se bien que desde que te fuiste, esperabas en las puertas de vaya a saber uno dónde la llegada de tu amor, para recibirla con uno de esos besos de película, a lo Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. Porque viviste para ella y para el amor, sobretodo el amor. Amor a vivir y a que los demás vivan con amor.
Hoy, de nuevo hoy, tu eterno amor vuelve a unirse a vos, en un nirvana de tristeza y recuerdos.
De este lado, de nuestro lado, la abuela se va por terrenos intransitables al encuentro que yo sé que tenían pactado.
Me entristece mucho el hecho de poder estar escribiéndoles en esta ocasión a los dos juntos, ya lejos del sonido de mi voz, pero lo único que me importa aún más que el dolor y las ganas de llorar, es saber que ustedes son los que me hicieron creer en el amor, en el amor de verdad, el que es para siempre, que duele y duele y lastima y lloramos pero nos amamos, para siempre nos amamos porque para eso estamos. Para amarnos para siempre, y vivir uno para el otro.
Abuelo, se bien que desde que te fuiste, esperabas en las puertas de vaya a saber uno dónde la llegada de tu amor, para recibirla con uno de esos besos de película, a lo Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. Porque viviste para ella y para el amor, sobretodo el amor. Amor a vivir y a que los demás vivan con amor.
Hoy, de nuevo hoy, tu eterno amor vuelve a unirse a vos, en un nirvana de tristeza y recuerdos.
De este lado, de nuestro lado, la abuela se va por terrenos intransitables al encuentro que yo sé que tenían pactado.
Me entristece mucho el hecho de poder estar escribiéndoles en esta ocasión a los dos juntos, ya lejos del sonido de mi voz, pero lo único que me importa aún más que el dolor y las ganas de llorar, es saber que ustedes son los que me hicieron creer en el amor, en el amor de verdad, el que es para siempre, que duele y duele y lastima y lloramos pero nos amamos, para siempre nos amamos porque para eso estamos. Para amarnos para siempre, y vivir uno para el otro.
Gracias por ser lo mejor que existió, gracias por enseñarme a ser lo mejor persona que puedo día a día,
gracias por enseñarme a amar, a vivir amando.
Gracias por amarme, yo los amo por siempre.
Hoy por fin, juntos para siempre, por el resto de la eternidad.
R & J.
R & J.
domingo, 5 de mayo de 2013
domingo, 20 de enero de 2013
Joha.
Mi preciosa Joha... ¿Cuándo vas a volver al calor de mi pecho, y al frío crudo de mis pies desnudos? Cada vez que te recuerdo siento un vacío que no puede llenarse con nada que el hombre haya conocido. Nada artificial o natural. Me lleno de vacío.
Supuse que lo nuestro era verdadero, por más banal que fuese aquella noche, lo nuestro perduró, lo nuestro atravesó las paredes de mi memoria y hoy permanece junto a mi como lo más preciado que me pertenece. Mi memoria no falla, jamás lo hizo, y te recuerdo como lo que fuiste: la mujer más bella que nadie ha visto jamás, y nos amamos, y me amaste y te amé. Por eso te amo, por amarme.
Te presentaste perfecta ante mi, buscando algo que sentí me correspondía darte por más que me cueste hasta la salud. Tus ojos quisieron ver más de lo que, por su contextura achinada y ahogada en lágrimas y sangre, podían llegar a ver. Los gritos llenaron el cuarto y te hundiste en mis brazos. ¡Y yo que no sabía qué hacer!: Había visto cómo desenvolverme en innumerable cantidad de películas y libros, pero al verme en esa escena me sentí desnudo. Desnudo como vos.
Me dejé llevar. El instinto me empujó a sostenerte sobre ese aire inundado de placer y dolor, sin dejar lugar al más mínimo intento de liberarte, o bien, dejarte caer sobre la nada. Y lo hice, y cuando lo hice te amé como nunca, como en las películas, como en los libros, te amé, y me amaste, y se notó en tus ojos marrón café.
Supuse que lo nuestro era verdadero, por más banal que fuese aquella noche, lo nuestro perduró, lo nuestro atravesó las paredes de mi memoria y hoy permanece junto a mi como lo más preciado que me pertenece. Mi memoria no falla, jamás lo hizo, y te recuerdo como lo que fuiste: la mujer más bella que nadie ha visto jamás, y nos amamos, y me amaste y te amé. Por eso te amo, por amarme.
Te presentaste perfecta ante mi, buscando algo que sentí me correspondía darte por más que me cueste hasta la salud. Tus ojos quisieron ver más de lo que, por su contextura achinada y ahogada en lágrimas y sangre, podían llegar a ver. Los gritos llenaron el cuarto y te hundiste en mis brazos. ¡Y yo que no sabía qué hacer!: Había visto cómo desenvolverme en innumerable cantidad de películas y libros, pero al verme en esa escena me sentí desnudo. Desnudo como vos.
Me dejé llevar. El instinto me empujó a sostenerte sobre ese aire inundado de placer y dolor, sin dejar lugar al más mínimo intento de liberarte, o bien, dejarte caer sobre la nada. Y lo hice, y cuando lo hice te amé como nunca, como en las películas, como en los libros, te amé, y me amaste, y se notó en tus ojos marrón café.
Las ventanas estaban ciegas y hasta la luna se asomó a ver semejante espectáculo. Cuando tu sollozo cesó, me miraste en una mueca indefinible como la de una muñeca de porcelana, agarraste con fuerza el dedo índice de mi mano derecha y te lo llevaste a la boca, dejándote ahí dibujar una sonrisa. Te llenaste de placer, y yo seguí pasmado, y mantengo la sensación incluso hoy.
Aquella noche no hubo palabras, sólo acciones y sensaciones y emociones. Te bauticé Joha para llenar aquél vacío que dejaba tu nombre. Te sentó perfecto, y lo adoptaste como adoptaste el mío.
Pasadas las dos o tres horas, las ganas de fumar que se gestaban en mí me obligaron a levantarme, la sala se vació y no quedó ni un doctor ni una enfermera. El fuego y el humo bajaron por mi garganta mientras apreciaba la noche desde mi balcón. Me llené de enfermedad y placer, y volví a mis aposentos a seguir durmiendo, esperando soñarte otra vez, para poder ser un mejor hombre para vos, haciendo que quizás, te quedes conmigo para siempre.
Aquella noche no hubo palabras, sólo acciones y sensaciones y emociones. Te bauticé Joha para llenar aquél vacío que dejaba tu nombre. Te sentó perfecto, y lo adoptaste como adoptaste el mío.
Pasadas las dos o tres horas, las ganas de fumar que se gestaban en mí me obligaron a levantarme, la sala se vació y no quedó ni un doctor ni una enfermera. El fuego y el humo bajaron por mi garganta mientras apreciaba la noche desde mi balcón. Me llené de enfermedad y placer, y volví a mis aposentos a seguir durmiendo, esperando soñarte otra vez, para poder ser un mejor hombre para vos, haciendo que quizás, te quedes conmigo para siempre.
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